Periodista, poeta, compositora e intérprete por vocación, Alicia Crest comenzó a brillar desde el exilio -primero vivió en Madrid y luego se mudó a Quito, donde llevaba adelante una intensa actividad literaria (esta semana le están rindiendo tributo)- con esas canciones, que empezaron a desperdigarse como semillas en la camada de folkloristas como Mónica Abraham, Claudio Sosa, Laura Albarracín y María y Cosecha de Agosto, que la incluyeron como novedad en sus grabaciones y conciertos.

Su nombre empezó a sonar con fuerza en el panorama local en 1993 cuando se llevó el Primer Premio del Festival Nacional de la Canción en tres rubros: folklore, tango y canción. La anécdota, que circuló en el ambiente de los músicos como una leyenda, fue que el jurado declaró ganadoras a tres canciones, mientras que en rock declaró el rubro "desierto". La sorpresa llegó al descubrir que las tres obras con seudónimo y a sobre cerrado pertenecían a la misma autora: Alicia Crest, y que además no se había presentado en la categoría rock. Al año siguiente ganó el premio del Fondo Nacional de las Artes, como autora y compositora, y fue consagrada en Cosquín en 1996, al llevarse el premio a la Mejor Canción Inédita. La sensible poética de Crest y los inspirados arreglos musicales que les aportó a sus versos el guitarrista Jorge Giuliano marcaron una época y una nueva creación de raíz a mediados de los noventa, a partir de temas como "Vidala del sol" y "Abecedario de aire". La cantautora también colaboró con otros músicos como Julio Lacarra, Orlando Miño, Cacho Ritro, Miguel Inchausti y Roberto Calvo, entre otros, de las que surgieron composiciones como "De otoño", "Insomnio", "Otra oportunidad", "Caballo de escarcha" y "Trébol de hiel".

Los aires folklóricos y urbanos que reflejaba su pluma permitió que muchas de sus obras fueran interpretadas por músicos de distintos géneros populares como Chango Farías Gómez, Pedro Aznar, Luis Salinas, Daniel Mazza, Caracol, Ariel Ardit, Suna Rocha y hasta Djavan.

En una de sus visitas al país la cantautora anunció su regreso definitivo a la Argentina en una noche emotiva de 2004 en el escenario de La Peña del Colorado (uno de los espacios que mejor la trató), cantando como invitada de sus amigos Mónica Abraham y Jorge Giuliano. A partir de allí llevó adelante un recordado ciclo, en el que una vez al mes se encontraba para cantar y compartir anécdotas con artistas de distintos géneros. Un tiempo generoso para descubrir a una artista que iluminó la música popular.

Gabriel Plaza

En el recuerdo:

• Mónica Abraham: "Conocerla fue una fortuna porque además de tener una grandeza de espíritu encima tenía el talento de la palabra, cosa que no pasa todos los días. Con Jorge Giuliano tenían un matrimonio artístico, que dejó una gran obra inédita que todavía tiene que salir a la luz. A mí me dejó una gran amistad y me enseñó la belleza de la canción".

• Claudio Sosa: "Ella nos marcó, porque logró un paisaje en común con nuestra generación logrando una sensibilidad folklórica, pero con letras renovadas. Necesitaba más tiempo para que se la conozca porque como expresión artística era mucho más que una autora".