Lucho Guedes escribe, toca la guitarra y canta; su música se mueve libremente entre el tango y el folclore y sus textos responden a las necesidades de una literatura realista y contemporánea. En sus canciones, la poesía, el drama y el humor, se combinan en función de un relato.
"Mañana nadie se acuerda" (Epsa Music, 2011) es su primer disco; su propuesta consiste en trabajar sobre el género canción de manera que, sin aspirar a ser un cuento o una novela, pueda darle forma a un material narrativo cargado de actualidad.
"Si lograran olvidarse de que de este lado hay un guitarrista, un cantor y un autor, y al menos por un instante olvidaran también que existe un oyente o un lector, los personajes podrían cobrar vida y mi objetivo estaría cumplido."
Guedes es egresado de la escuela de música popular de Avellaneda, obtuvo una mención del "Fondo Nacional de las Artes", participó del festival "Guitarras del mundo" junto a Lucho Hoyos y a Alberto Rojo, formó parte del ciclo "Nuestras músicas" junto a María y Cosecha y Duratierra. Realizó conciertos junto a Leo Masliah y Diego Schissi en el Espacio Cultural Carlos Gardel y en el auditorio "Jorge Luis Borges" de la Biblioteca Nacional respectivamente. Participó del ciclo "Fábrica de música" realizado en Domus Artis junto a Alan Plachta y Pedro Rossi y de la presentación en Café Vinilo del "Colectivo Argentino Uruguayo" dirigido por Alan Plachta.
Contacto: lucho_guedes@yahoo.com.ar
Perspectiva
Creo que la canción dispone de las herramientas necesarias para funcionar como un género literario narrativamente poderoso.
Igual que en cualquier relato, la tercera persona nos permite despersonalizar el acto de enunciación, desdibujando no solo la figura del autor sino también la del narrador, y así alejarnos mediante la escritura de cualquier ordenamiento previo, en busca de que los hechos narrados, los objetos, omisiones y contratos de la vida cotidiana se escenifiquen en toda su brutalidad, desamparados de una mirada trascendente y totalizadora.
Creo que esa es una condición para que la literatura funcione como un territorio abierto a la experimentación, tanto para el autor como para el lector o el oyente.
Una vez iniciado este proceso, los personajes hablan, se explican, se justifican, se unen o se enfrentan, y esa variedad de discursos y perspectivas ya no está jerarquizada por una voz imparcial que las ordene; al no haber autor ni narrador, no hay mentira, verdad, razón o locura, solo voces que se cruzan e intentan imponer su lectura supuestamente imparcial, todas ellas, vistas desde la perspectiva de la literatura, son fragmentarias e inconclusas.
El espejo de los valores culturales transcendentes no soporta el tiempo real, una vida hecha de deseos incompletos y de incoherencias naturalizadas asoma por entre las imágenes y las palabras. Las necesidades y las urgencias que escapan a los sueños son la materia de nuestros dramas; el humor es la única forma que tenemos de resolverlos e implica la aceptación de ese juego perverso entre cultura y violencia.
Entre las múltiples formas en las que la realidad más inmediata nos invade y los grandes conceptos y presupuestos con los que pretendemos justificarla y explicarla, hay una zona intermedia donde se nos hace difícil discernir con claridad el amor de la crueldad; en ese espacio empieza la literatura que me interesa y conmueve, por suerte, nadie puede saber de antemano donde termina.
Algunas canciones con sus guiones:
Julito y la sordera:
Esta historia es tan absurda como verosímil. El protagonista nació y se crió en un asentamiento del gran Buenos Aires, en un barrio donde sólo viven los inmigrantes paraguayos y sus hijos; de un lado "el zanjón" y la villa de los argentinos, y del otro el campo y los basurales clandestinos.
A los veinte años, Julito se entera de que en una salita sanitaria cercana, la municipalidad está ofreciendo talleres culturales gratuitos. Aunque desde chico tiene problemas de audición debido a los golpes que su viejo le daba en la cabeza, decide tomar clases de guitarra. El profesor intenta ayudarlo, le sugiere que vaya a "Desarrollo social" y Julito entra en el purgatorio de los hospitales, secretarías, ministerios, oficinas, defensorías, asistentes, sellos, certificados y pasillos municipales. Durante tres años da vueltas inútilmente detrás de un aparato para el oído.
Una noche, en una pelea, a Julito le parten una botella de cerveza en la cabeza y queda inconciente. Una vez en el suelo, le siguen dando patadas hasta que llega la policía. Dos días después despierta en un hospital con una extraña sensación que al principio no entiende. Al rato, charlando con una enfermera, se da cuenta de que recuperó la audición y escucha perfectamente.
Julito nunca volverá a mezclarse en una pelea callejera por miedo a quedarse sordo de vuelta.
Una mala noche:
Guille y Claudia llegan a la casa después del trabajo e intentan generar un encuentro a través derituales cotidianos como compartir la picada, la cerveza y el porro. Los dos están cansados y distantes pero prefieren no pensar en eso, saben que algo raro les está pasando pero no logran identificar qué es, confían en que se irá solo, como tantas otras veces.
Llaman a unos amigos y salen a cenar, por un momento la extrañeza desaparece y se sienten unidos otra vez.
Vuelven en silencio, borrachos y muertos de sueño. Apenas se acuestan se dan cuenta de que no van a poder dormir, aún así se quedan dando vueltas en la cama un par de horas sin resultado.
Él se levanta y se va a la compu del living a ver pornografía, ella lo sabe y por eso no lo interrumpe, se sienta en la cama e intenta leer, pero le es imposible concentrarse.
A las cuatro y media comparten un té y esbozan un par de argumentos que justifiquen el insomnio.
A las cinco y media se duermen y a las siete y media suena el despertador; la perspectiva de irse al trabajo los anima, saben que la rutina diluye cualquier dolor, ninguno quiere hurgar en lo que pasó. ¿Para que?; total, mañana nadie se acuerda.
Se casan unos amigos:
Esta canción está compuesta enteramente de diálogos; parejas y amigos que hablan de sus amigos y sus parejas. Todos, sin excepción, se critican mutuamente y sin piedad, pero también con naturalidad y con cariño; se odian, pero con un tipo de crueldad que sólo se permiten los íntimos.
Unos días después se encuentran en un casamiento y vuelven a quererse inmediatamente; ninguno de ellos va a recordar lo que dijo puertas adentro.
La idea era poner en escena los conflictos y miserias de la clase media porteña que son comunes a mi generación, por eso opté por el discurso indirecto y la ausencia de narrador, para estar lo más ausente posible.
El Rafa:
El Rafa tiene sesenta años, pasó su vida arreglando tocadiscos, minicomponentes, radios y doblecassetteras y no tiene pensado dejar de hacerlo aunque desde el año 2000 en adelante el negocio apenas logra sostenerse. Su familia le insiste con que "son otros tiempos y hay que adaptarse" y le pide que no sea terco y caprichoso. El está seguro de haber demostrado que es una persona flexible capaz de hacer otras cosas: Comercializar discos de vinilo, convertir VHS a DVD, discos y cassettes a CDs, vender muñequitos con inscripciones, carteles con frases supuestamente graciosas y souvenirs que le parecen el colmo de la estupidez. Todo es posible menos cerrar el local, sabe que no siempre se gana pero también que hay cosas que no pueden perderse. La ciudad que lo rodea le es ajena, pero mientras pueda encerrarse unas horas en el cuartito del fondo con sus herramientas y sus aparatos y arreglar lo que parecía irremediablemente roto y olvidado, podrá seguir disfrutando de sus pequeñas victorias.
Marcelo y Gimena:
Marcelo y Gimena nacieron y se criaron en San Martín, se conocieron a los veinte y nunca se separaron. Marcelo quería ser músico pero terminó siendo plomero como su padre, Gimena quería ser escritora pero terminó trabajando de secretaria en un banco.
Él disfruta de histeriquear con sus clientas y eso le ayuda a soportar la rutina, ella le agarró el gustito a pasear su escote y su gran culo por la oficina y adueñarse de las miradas y comentarios de los hombres.
Cuando él se deprime y dice que es un músico frustrado, ella lo compara con su hermano, que terminó el conservatorio pero que sigue viviendo con su mamá; cuando ella se castiga por haber dejado letras, él le recuerda a sus viejos que son docentes, trabajan en varias escuelas, apenas les alcanza el sueldo, y viven puteando y quejándose del país.
Él sueña con cambiar el Renault 12 blanco que heredó del padre por un cero kilómetro, ella con vacaciones en Brasil y con irse a vivir a la capital.
Los fines de semana se encierran a ver películas y tomar mate, fantasean con los hijos y los arreglos del departamento y aprovechan para tener sexo; durante la semana llegan siempre cansados,malhumorados y sin ganas. A veces se aman y a veces se odian, su amor sabe ser imperfecto y es por eso que todavía está vivo.
Carlos y Sonia:
"Carlos y Sonia" es la historia de amor entre un portero del barrio de Almagro y una vendedora ambulante de café.
Carlos tiene cincuenta y seis años y hace treinta que trabaja en el mismo edificio, pesa más de cien kilos, ve mal, y le faltan varios dientes, pero odia a los médicos y no piensa largarles un mango. Está divorciado y a su hijo casi no lo ve; sus placeres son ir a comer y a chupar al bar de la esquina, pararse en la vereda a fumar y charlar con el portero de al lado y pasarse horas apoyado sobre el mármol haciendo como que lee el diario mientras les mira el culo a las minas que pasan.
Ya no hace planes a futuro, su único temor es que lo jubilen y sólo quisiera poder quedarse donde está. Pero todo cambia después del accidente.
Un día, trabajando, se tropieza, cae por la escalera, sufre una fractura expuesta y queda postrado varios meses. Su hijo, que es abogado, reaparece y lo convence de hacerle juicio al consorcio, le asegura que es guita segura y que le va a alcanzar para comprar su propio departamento y hacerse la dentadura.
Carlos se entusiasma y le ofrece a Sonia irse a vivir con él a un departamento que aún no existe. Sonia es prudente e intenta disuadirlo, tiene miedo de que se quede sin nada, ni indemnización ni trabajo, le advierte que ya está grande y que se tiene que ocupar de su salud, que no está para correr riesgos. Es tarde, Carlos no puede luchar contra su ambición de llegar a ser dueño y confía ciegamente en su hijo, en su amor, en la suerte, el migral, el taural, los miorelajantes y el viagra.
Jorge se duerme:
Es el horario en que todos los albañiles que viven en los asentamientos de Suárez vuelven de su día de trabajo en la capital. El furgón del tren está lleno, parece que ya no puede entrar nadie más, pero en cada estación se siguen subiendo varios obreros cada uno con su bicicleta.
Parado y apretado, Jorge se duerme. Cada tanto lo despierta un sacudón, hojea un rato el diario y se vuelve a dormir.
Podría aprovechar para descansar pero sus sueños están hechos con los mismos materiales que su vigilia: ladrillos, cemento, chapas, cartón, y la mina de la contratapa.
El Juan y la Normita:
Esta historia transcurre en Tucumán pero podría ubicarse en cualquier barrio de cualquier ciudad argentina. El Juan y la Normita llevan juntos más de cuarenta años y comparten una casa pequeña con hijos, nueras y nietos.
Norma, después de cocinar y servir, acaba de sentarse a la mesa. De golpe nadie habla, todos comen en silencio, el tiempo de despedaza como el pan: los recuerdos de la pobreza y el alcohol, los planes para los nenes y la increíble estabilidad del negocio nuevo caen en migajas sobre el mantel. La historia se posa sobre los objetos, el dolor se asienta con el postre y el té y un trapo húmedo se lleva los restos del pasado y el futuro. El amor de la siesta los está esperando, al menos por un rato, los sueños duermen.
Gatito Porteño:
Es la única canción del disco escrita en primera persona; el protagonista puede ser cualquier porteño que sepa lo que es perder cinco horas diarias entre trenes, colectivos, subtes, estaciones, andenes, paradas y terminales, con una mochila y mil proyectos.
El Pope:
El Pope es electricista, vive en Villa Bosch y trabaja en una universidad del centro haciendo mantenimiento. Desde la mañana hasta las seis de la tarde se la pasa escuchando murgas con su mp3, en el tren, en el subte, durante el almuerzo y mientras trabaja. Sólo se saca los auriculares cuando llega al ensayo, ordena las hojas arrugadas y tachonadas con las letras del nuevo cuplé, da la orden, y su murga se enciende. A las dos horas vuelve a apagarse y la vida sigue.
Elvi:
Elvi creció en un pueblo rural de Paraguay y se vino a Buenos Aires siguiendo los pasos de sus hermanos establecidos en villas de Pompeya y Ciudad Evita. Trabaja en una fábrica del barrio del Once empaquetando adornos para navidad y cuando sale lleva la cara llena de brillantina. Alquila una habitación que comparte con su cuñada en una pensión cerca del Abasto.
Vladimir es diseñador gráfico e ilustrador, Elvi le gusta pero está empecinado en hacerla estudiar; ella sale del laburo y sólo quiere divertirse y dormir. Él fluctúa entre el amor y el desapego, la quiere pero no logra aceptarla definitivamente como su mujer.
Cada dos o tres meses se repite la misma escena, ella descubre una infidelidad o se cansa de no ser amada de manera absoluta y definitiva, arma su bolso y se muda a lo de uno de sus hermanos. La indignación del comienzo junto a los argumentos de la huida se van debilitando con los días, las incomodidades y la desesperación hacen el resto.
En menos de una semana, sin decir nada, vuelve cuando Vladi no está, limpia, cocina, y lo espera lista para una reconciliación inolvidable.
Lidia:
Lidia tiene ochenta y cinco años y vive en Villa Crespo, sola, en el mismo departamento en el que vivió junto a su marido y crió a su hija. De joven fue maestra rural y llegó a ser directora de una escuela. Hoy está prácticamente ciega y como no puede leer, se pasa el día escuchando la radio y la tele.
Casi no sale de su casa y cuando su hija, su yerno, o sus nietos le preguntan porqué, enumera todo el repertorio de lugares comunes sobre la inseguridad y la decadencia social que aprendió de los periodistas y conductores de los programas de actualidad.
En realidad, el mundo que transcurre fuera de su casa ya no le pertenece ni le interesa, no hay nada de Arturo en él. En la sala de estar, en cambio, sus recuerdos le hacen compañía.
Mariela:
Mariela tiene treinta y cinco años, vive con su marido y sus dos hijos y está segura de que es feliz; ni la indiferencia de Victor ni las migrañas y contracturas crónicas lograrán disuadirla. La canción relata paso a paso, con frialdad y sin involucrarse, un día de su vida.